El inconsciente no conoce el tiempo, no tiene un antes y un después, no tiene una historia propia. Y sin embargo, no siempre es el mismo. Su manifestación en la vida de las personas y en las sociedades depende de condiciones históricas en constante cambio. A principios del siglo XX, Freud lo caracterizó como el lado oscuro del Progreso y la Razón. En la década del setenta, Deleuze y Guattari rechazaron la idea de que el inconsciente fuera una especie de depósito de las experiencias que no queremos llevar a nuestra vida consciente. El inconsciente no es un teatro, sino un laboratorio; la fuerza magmática que produce incesantemente nuevas posibilidades de imaginación. Cincuenta años después de estas formulaciones, podemos leer en ellas una tensión que condiciona nuestro presente al contraponer la utopía de la “liberación del deseo” con la distopía del capitalismo neoliberal, en el que el deseo es celebrado como el impulso al consumo, la competencia y el crecimiento económico, mientras el placer se posterga constantemente. Este régimen social llevó a la configuración de un nuevo régimen psicopatológico, el cual ha caracterizado a las últimas décadas: la era del pánico, la depresión y, en última instancia, la psicosis.
El umbral histórico que atravesamos en la actualidad, marcado por la pandemia viral y el colapso catastrófico del capitalismo, está haciendo emerger una tercera forma del inconsciente. El bio-info-psicovirus ya cambió de manera irreversible nuestra proxemia social y nuestras expectativas afectivas, pero el resultado de esta mutación será moldeado en última instancia por nuestra acción política, nuestra imaginación poética y la actividad terapéutica que seamos capaces de desarrollar. En este nuevo libro, escrito en plena propagación de las distintas variantes del covid-19, Bifo Berardi se propone esbozar una fenomenología del trauma en curso para anticipar los posibles paisajes psíquicos del futuro.